SIÉNTETE LIBRE DE CREAR

Desde pequeño siempre tuve cierta curiosidad por los mapas. Desde el diseño original del mío propio, el cual terminé a finales de 2017, a la maravillosa versión definitiva que mi amigo e ilustrador David R. Chico (podéis saber de él en Instagram por theartofchico) puso punto y final a principios de 2020, no ha pasado ni una milésima parte de tiempo de cuando me enamoré por primera vez de un mapa de fantasía. Y sí, he de admitir que gran culpa de ello lo tuvo un videojuego. No tengo problema en reconocer que tengo una vena friki, y que a día de hoy sigo sumergiéndome en algún que otro mundo de aventuras a través de una videoconsola. Eso sí, para mí es indispensable que tenga una historia que atrape. En ocasiones, me gusta decir que es como si fuesen libros interactivos, donde sigues una historia, pero con el poder de controlar a sus personajes. Puede que sea una forma tonta de definirlo, pero es mi forma.

Y fue el primer “The leyend of Zelda” de la Nes el videojuego que, al abrir su cajita, escondía en su interior un mapa de papel plegado. Pero no solo eso. Aquel mapa tenía la osadía de estar inacabado en ciertas zonas, en ciertas fronteras. Tenía que ser yo quien explorase aquellos lugares en busca de lo fuera que escondieran. Y aquella idea me maravilló, haciendo explotar mi cabeza por dentro. Me hizo desear vivir aquella aventura. Metió en mí un gusanillo que, con el paso de los años, no ha hecho más que crecer y hacerme desear ser yo quien contase esas historias. Esas leyendas. De ser yo quien esconda cosas asombrosas en cada rincón de un gran mapa repleto de fantasía.

Y así surgieron las dos versiones del mapeo de Erindorn y los Imperios Milenarios del Este. Una referente al presente de la saga principal, y otra de los tiempos de los fragmentos del pasado dedicados a los dioses en determinados momentos de relevancia para aquel mundo. Queda evidente al verlos que para mí resultó imposible no expresar sobre estos el desgaste que la humanidad ocasiona sobre los bosques, sobre el mundo en general.

Y así es como todo nació entre las pocas neuronas que aún se resisten bailarinas en mi desgastado cerebro. La vida va plantando semillitas en nuestro interior, cada día, a cada paso. Y siempre es mejor estar abiert@s a cada experiencia que nos pueda ofrecer, sin miedo, sin timidez, porque nunca se sabe qué puede florecer de todo aquello plantado en nuestro corazón. Yo me alegro de haber tenido esa vena friki, y de no haberla apagado por vergüenza o porque se suponga que la edad te dicta lo que se ha de dejar atrás o no. Si somos libres para elegir, seremos libres para crear.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *